domingo, 13 de febrero de 2011

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Sábado, 12 de febrero de 2011

Espacios truchos, alturas ilegales

La falsa alarma por una obra en Paseo Colón permite descubrir a qué le dicen “espacios verdes” en el gobierno porteño, mientras en Caballito denuncian edificios que se van para arriba sin permiso.

Por Sergio Kiernan

El estado de desconfianza hacia el gobierno porteño es tal que varias obras públicas despiertan la alarma entre los vecinos. Como en China, donde te demuelen la casa con vos adentro si no te vas a tiempo y es negocio para algún especulador, en Buenos Aires hay que estar movilizado para que no hagan cosas.

Esta semana, les tocó el turno de asustarse a los vecinos de Parque Lezama, que creyeron que llegaba la topadora a Paseo Colón, altura Brasil. Hace tiempo que flota en el barrio la versión de que van a ampliar la avenida, un absurdo creíble sólo por los antecedentes de los ministros del ramo, que ya hicieron otros absurdos. Las obras se centran en la cuadra donde está el diario Crónica, que fue demolida parcialmente para... para nada, excepto crear un ensanche anómalo e inútil de cien metros de largo. En el sector quedaron paredones y el muñón de una vieja casa cortada y mal cerrada, una real gangrena urbana.
Como el espacio es inútil, el Ministerio de Desarrollo Urbano hizo otra de sus obras inútiles. A las incomprensibles esquinotas de Palermo Viejo se le suma ahora una suerte de veredota-placita seca que no es ni lo uno ni lo otro, apenas un espacio creado por una demolición. El espacio creado es apenas una versión más grandota de esos huecos que quedaron en avenidas como San Juan o Independencia tras el ensanche manu militari de la dictadura. Hasta hay un muñón de casa.
El consuelo es que el creativo detrás de todo esto, el ministro Daniel Chaín, se molestó en aclararles a sus gobernados que no piensa seguir demoliendo en ese lugar. Explícitamente, avisó que no se demolerán la Escuela Taller ni el edificio de departamentos a mitad de cuadra, ni otros edificios del lugar. No extraña la decisión porque tanto la escuela como tres de los cuatro edificios existentes pertenecen a la Ciudad.
Para mejor, todo ensanche sólo serviría para crear aforos caóticos en el fluir de Paseo Colón. El tránsito que viene del Sur hacia el centro se encontrará enseguida con esa barrera inflexible, el puente de la autopista, con lo que tendría que “cerrarse” en menos carriles. Aun si se encarara la carísima reforma del puente para sacarle los pilares y abrir un carril más, enseguida vienen los jardines delanteros del diario Ambito Financiero y un flamante edificio. Y luego, claro, sigue el tejido urbano. Con lo que todo tiene que ver con destapar un poco las bajadas y subidas a la autopista, nada más.
Lo divertido del asunto es que Desarrollo Urbano no pierde ninguna oportunidad de exagerar: el simple parche vial centrado en las autopistas es vendido como una creación de áreas verdes. Seguramente se plantarán árboles y se construirán canteros, lo que no constituye de ninguna manera un área verde, excepto en el ánima de las relaciones públicas. Para crear estos espacios, se removerá y mudará el gran mural de Omar Gasparini, habrá que ver con qué resultados.

CASUALIDADES

Este jueves, miembros del Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales visitaron el Centro Obrero Santa Lucía. El lugar fue catalogado, pero hay un raro pedido de reconsideración de alguien que se quedó con ganas de demolerlo. De todas las cosas que le puede pasar a un grupo que va a visitar un edificio en conflicto pasó quizá la más extraña: justo, pero justo a esa hora, pleno día y bajo el sol, a una familia se le ocurrió intrusar el viejo edificio de la avenida Montes de Oca en Barracas. Una coincidencia demasiado llamativa.

EN CABALLITO TAMBIEN

Los vecinos de SOS Caballito siguieron con sumo interés el cambio de legislación en Villa Pueyrredón, que moderó las locas alturas en avenidas cuya trastienda abunda en pasajes pequeños. Algo en que se fijaron en particular fue en que el defensor adjunto del Pueblo Gerardo Gómez Coronado señalaba cuántas obras no tenían planos registrados pese a que tenían permisos de obra de hasta tres años. Lo que denuncian los vecinos de Caballito es que en su barrio ocurre exactamente lo mismo: se construye de más, contando con que la Dirección General de Fiscalización y Control no va a fiscalizar ni controlar nada. Esta Dirección General es la que se come derrumbes con muertos, sin que al gobierno porteño se le ocurra que hay que invertir en crear mecanismos de control reales.
Lo que explican en Caballito es que la Dgfico sólo se mueve si los vecinos denuncian –y repiten la denuncia, más de una vez– y se mueve a una velocidad realmente geológica. Tan tarde llegan, que los edificios superan las alturas máximas permitidas en la zona por la ley 2722 y ya son un hecho consumado. A los genios de la Dirección General sólo se les ocurre en estos casos cobrar una multa, que pasa a ser un costo más, y no tan alto.
Las flamantes denuncias de los vecinos hacen a dos edificios que ya se nota son más altos de lo que deberían. Uno es el del arquitecto Daniel Ramón en Espinosa 1163 –expediente 361579/10– y el otro es el del arquitecto Vicente Sintes en Pujol 1275, con el expediente 61099/08.

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