jueves, 30 de diciembre de 2010

Canta Juana Molina.

La vida es el mayor regalo que jamás hemos recibido y la Tierra el lugar dónde nos ha tocado disfrutarlo. Sepamos respetar el legado de nuestros padres y la herencia de nuestros hijos. The life is the major gift that we have never received and the Earth the place where we have had to enjoy it.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Una comisaría okupa en la plaza

Dicen que fue construida de manera ilegal, ya que el Ejecutivo porteño no pidió autorización en la Legislatura. La seccional de la policía porteña fue construida en la traza de la ex AU3 y está a punto de ser inaugurada.

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Grupos de vecinos cortaron la calle en la esquina de Goyeneche y Ramallo.

Bajo la consigna “Donde no se hacen escuelas, crecen comisarías”, un grupo de vecinos del barrio porteño de Saavedra protestó ayer contra la construcción y la próxima puesta en marcha del Precinto 12 de la Policía Metropolitana, que se erigió sobre un espacio verde de esa comuna. Con banderas, carteles y redoblantes, los vecinos denunciaron que esa edificación es “antidemocrática e ilegal”, dado que no cumple con lo estipulado por la ordenanza 50.384 de la Ciudad de Buenos Aires. “Tenemos al ocupa Macri en la comuna 12”, se quejaron.

“La plaza es mi patio, no me lo quiten”, “No construyan en nuestras plazas”, “Seguridad también es espacios verdes” eran algunas de las frases en las pancartas en la protesta, que incluyó un corte en la esquina de Goyeneche y Ramallo, frente al flamante edificio policial. “Es la única obra que se realizó en la comuna”, contó Alejandro, uno de los vecinos que decidieron cortar la calle para repudiar el accionar del gobierno porteño, que ocupó un espacio verde para levantar una comisaría y pretende “ocupar tres plazas más”, denunció. El eje del reclamo fue la defensa del espacio público, que fue respetado por las cinco intendencias que pasaron desde que existe la plaza.
“Tomó una plaza y construyó un edificio cuando la Justicia le denegó usar hectáreas del Parque Sarmiento. Consideramos que debería buscar en otros predios y no en un espacio verde público”, explicaron. Este proceder del gobierno, contaron, no es un hecho aislado: Macri llamó a licitación para construir un CGP en una plaza de Boedo.
Los vecinos remarcaron que la construcción de la comisaría viola la Constitución de la ciudad y el artículo tercero de la ordenanza 50.384. Esa normativa exige que, para hacer uso de un 15 por ciento de la superficie de la plaza, el Ejecutivo debe presentar un proyecto de ley, que “jamás se elevó a la Legislatura”. Ese proyecto, sostienen, debería organizar todo el espacio libre de la traza de la ex AU3, que va desde General Paz hasta Congreso, entre Donado y Holmberg.
Los vecinos de Saavedra y Urquiza presentaron varios proyectos para darles nombre a las plazas que aún no lo tenían, una iniciativa que cuenta con el aval de dos mil firmas. Entre esos proyectos, además, figura el que modifica la zonificación de los parques para retirarle la reserva del 15 por ciento para equipamiento comunitario –el resto está destinado a urbanización parque– y para discutir en audiencia pública el destino del precinto. Por otra parte, la comisaría fue construida en cinco meses, pero queda “pendiente” una lista de obras, denunciaron los vecinos, entre ellas, la construcción del Polo Educativo Saavedra, la puesta en marcha de un centro de salud en el barrio Mitre y la construcción de subtes, entre otras.
Los vecinos golpearon las puertas de la Justicia: presentaron dos amparos y solicitaron una medida cautelar. Frente a los pedidos, el Juzgado Nº 7 clausuró preventivamente la obra. “No obstante eso, se siguió construyendo”, contó Oscar, otro vecino. A las 48 horas de esa medida, la jueza dejó sin efecto la medida cautelar. Los vecinos apelaron y desde agosto esperan a que la Justicia tome una decisión. El amparo siguió su curso y también los pedidos para frenar la construcción. Hasta ahora, no lograron respuestas favorables. Por eso, los redoblantes y las banderas transformaron el paisaje del barrio para frenar el “robo de las plazas”.
Informe: Soledad Arréguez Manozzo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Espacio para compartir

Los vecinos del barrio tenemos un nuevo espacio para disfrutar de actividades sociales y culturales. El Centro Cultural “La Ronda” abrió sus puertas en Mendes de Andes 614, sitio en el cual se propone enseñar lo que se sabe y aprender lo que no, sea uno grande, mediano o chico: la idea es conocerse a través de la cultura. Miguel, que participa de La Ronda, explica que “queremos acercarnos al vecindario, compartir el espacio y pasarla bien a través de peñas, charlas y talleres”. Actualmente existen diversos talleres en curso (ver “Talleres culturales”). De todos modos, la propuesta es que se acerque cualquier vecino a compartir sus saberes y “agrandar la ronda”.
En “La Ronda” funciona también una biblioteca popular donde la gente puede ir a leer mientras toma unos mates, comentar algún libro con un/a vecino/a y llevárselo para traer a su vez el que quiera compartir, entre muchas otras cosas. Ya mismo se pueden ver los libros, asociarse, y sacar el que más guste. Se aceptan desde ya donaciones de libros, estantes, guías, ménsulas, etc. También se necesitan voluntarios/as para atender la biblioteca, con el objetivo de mantenerla abierta el mayor tiempo posible. Según Miguel, “hay gente que viene a estudiar y hasta a pasar el tiempo leyendo, lo cual nos gusta tanto como saber que la mitad de los libros que tenemos acá son producto de donaciones de vecinos”.
¿Por qué se creó este espacio para compartir? Los fundadores del Centro Cultural “La Ronda” tienen su respuesta: “Porque faltan espacios de encuentro. Porque siempre hubo pero ahora no hay. Porque conocer gente nos parece mágico. Porque sabemos algunas cosas y queremos aprender otras. Porque tenemos ganas, y algunos libros buenos. Por los grandes y por los chicos. Porque nos gusta equivocarnos. Porque nos arrogamos el beneficio de la duda. Porque en una plaza enrejada nos sentimos un poco como sospechosos de algo. Porque el arte y la cultura no van con mayúscula. Porque nos gusta aunque nos cueste. Porque en el fondo sigue siendo un barrio. Y porque en un barrio, cuando la gente se junta, puede pasar cualquier cosa”.
Contacto: Teléfono: 4903-5420 begin_of_the_skype_highlighting 4903-5420 end_of_the_skype_highlighting (de lunes a sábados de 11.00 a 19.00)
Correo electrónico: info@larondaepc.com.ar


TALLERES CULTURALES
Estos son los talleres que se brindan en el Centro Cultural “La Ronda”:
- Percusión: sábados a las 17:30 (a la gorra).
- Taller de arte para chicos: lunes de 18:00 a 19:30 ($ 50 por mes).
- Música Andina: martes a las 18:30 ($ 60 por mes).
- Teatro para chicos: miércoles a las 17:30 ($ 50 por mes).
- Taller de Yoga Integral: miércoles a las 19:30 ($ 70 por mes).
- Taller de dibujo y pintura para adultos: jueves a las 18:30 ($ 50 por mes).
- Tango: jueves a las 20:00 ($ 50 por mes).
- Salsa: jueves a las 21:00 ($ 50 por mes).
- Pilates: jueves a las 11:00 ($ 50 por mes).
- Computación: horario a combinar ($ 50 por mes).
- Recreación para la tercera edad: horario y arancel a combinar.

No al cementerio de autos

En Villa Lugano existe un Cementerio de Autos que contamina a los vecinos del barrio desde hace quince años. Diosnel Pérez, Presidente de la Junta Vecinal de la Villa 20 y militante del Frente Popular Darío Santillán (FPDS), nos explica cómo se formó aquel basural de rezagos de automóviles y cuáles son los perjuicios para la salud de los habitantes de la zona: “El cementerio de autos se formó en 1996 con coches secuestrados por la policía. Hace quince años había más o menos 50 mil autos, ahora habrá unos 10 mil. El tema es que quedó contaminada la tierra…”.
- ¿Qué tipo de contaminación provoca el Cementerio de Autos?
- Mirá, los primeros tiempos no estábamos enterados, pero después supimos que traía cualquier cantidad de problemas de salud. El material de los autos, a medida que se degrada, va contaminando el aire, la tierra y después las napas subterráneas. Los chicos son los más vulnerables, porque por ejemplo el plomo en sangre los enferma. Desde hace un año todo se está complicando aún más porque se mueren criaturas. Nacen prematuramente y, como no tienen bien desarrollado el pulmón y el corazoncito, a la hora se mueren. En otros casos no encuentran la causa de la muerte: sólo paro respiratorio. Los padres le preguntan al médico y no saben qué contestarle. Mi propio hijo adolescente está enfermo y, si bien la vengo peleando hace años, ahora me dije: “hasta acá llegué”.
- ¿Qué están haciendo al respecto los vecinos?
- Nosotros estamos luchando y trabajando con la gente del CESAC (Centro de Salud y Acción Comunitaria). También hablamos con algunos legisladores que nos dieron una mano, pero si bien se sacó una Ley de Emergencia Sanitaria para la villa, tampoco se pudo hacer nada. El problema es que el Gobierno de la Ciudad no pone los recursos económicos y humanos necesarios. Lo único que hace es mandar el informe a la gente del CESAC de acá, que esta haciendo lo imposible pero no da abasto. Si Macri no manda recursos no hay forma de que solucionemos nada. Para que te des una idea, el año pasado luchamos contra el dengue, porque el Cementerio de Autos además es un matorral que es un fenomenal nido de mosquitos y ratas. Y por eso elevamos una nota con la gente del CESAC pidiendo tules y repelentes. ¿Cuál fue la respuesta del gobierno? Mandaron dos frascos de repelente para 42 mil habitantes, una tremenda burla para todos nosotros. Otra burla para mí fue que la Comisaría 52 y la empresa Jumbo me pusieran una causa contravencional “por contaminación del medio ambiente” por haber quemado gomas en una protesta.
- ¿Qué puede hacer la gente que quiera dar una mano y no sea del barrio?
- La lucha tiene que salir de acá, pero si se pudiera acompañar desde afuera sería muy lindo para nosotros. Porque muchos no saben que mientras el gobierno arregla plazas en Recoleta y Palermo acá nos estamos muriendo. Y si al Estado no le interesa la salud de la gente, menos le interesa la de los que vivimos en una villa. El Cementerio de Autos es un negocio muy grande para gente poderosa, pero ya no le tengo miedo a las amenazas y apretadas que sufrí. Si después de quince años de lucha tuve que internar a mi hijo, te aseguro que cambié mi impotencia por bronca. Porque no puede ser que un auto abandonado se valore mas que una vida humana. Si no se saca el Cementerio de Autos, estoy pensando en una huelga de hambre. Porque si el gobierno quiere una muerte, no le voy a dar la vida de mi hijo. Nosotros seguimos con la dignidad de no desearle la muerte a nadie, pero queremos que ellos recuerden que se están muriendo chicos acá por un Cementerio de Autos.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Palermo Viejo ya no existe

01/12/10

PorMiguel Jurado *

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"Palermo Viejo ya no existe". Así de simple, con brutal sinceridad, un amigo que está en el tema inmobiliario comenzó a explicarme el nuevo mapa del barrio más grande de Buenos Aires. Apenas lo escuché me puse como loco. Le dije que no era quién para decretar la defunción de un barrio centenario que había inspirado a Borges y que el mismísimo maestro de las letras argentinas había vivido en una de sus manzanas, la de Guatemala, Serrano, Paraguay y Gurruchaga. “Las cosas cambian –agregó Alfredo con la tranquilidad de quien liga 33 de mano en el truco–. Ahora en su lugar, tenés a Palermo Soho y Palermo Hollywood”. Me hizo hervir la sangre. El no lo sabía pero me subleva esa moda rebautizadora que quiere cambiarle el nombre a todo con fines absolutamente comerciales. Pero antes de que pudiera articular palabra, Alfredo me vomitó una interminable lista de sub distritos en los que hoy se descompondría Palermo: “Freud, Nuevo, Madison, Chico, Sensible, Alto, y hay una variedad de nuevos Palermos como Queens, que antes era Villa Crespo, y Dead, por Chacarita... ¿No es simpático?”. Respiré hondo y intenté articular un argumento que pusiera en claro que cambiarle el nombre a los barrios es una estafa comercial, moral y cultural. Pero Alfredo, con cartesiano pragmatismo replicó: “Hoy todos quieren vivir en Palermo y no hay que quitarles ese derecho. Eso sí, el mercado está muy segmentado, hay que afinar bien el nombre de cada zona para encauzar la demanda”.

Entonces me acordé de Luisa, una viejita que conocí en los 80 para la que Palermo era uno solo. Había llegado al barrio en 1912, cuando tenía cinco años, a vivir con su familia en una casa casi nueva de Serrano entre El Salvador y Costa Rica. Para ella, su barrio se extendía hasta el arroyo Maldonado por un lado, y se perdía hasta rozar los distritos más copetudos de la ciudad por el otro. Luisa sabía que Palermo era grande, que seguía del otro lado de ese arroyo que sepultaron debajo de la avenida Juan B. Justo cuando cumplió los 25. Y que alcanzaba el río con parques arbolados. Pero lo que le importaba era que Palermo era el barrio de su infancia, el de la silla en la vereda las tardecitas de verano, ese en el que creció, se enamoró, se casó y enviudó. Cuando la conocí, no le podía explicar el concepto de Palermo Viejo sin que se enojara. Para mi era una categoría que imaginaba casi eterna y que había actuado como un imán para toda una camada de matrimonios jóvenes que buscaba escala barrial para vivir en una casas reciclada. “¡Viejos son los trapos!”, me decía Luisa cuando insistía con lo de Palermo Viejo. No entendía entonces que me estaba metiendo con su historia. Cómo iba a considerar viejo aquello que vio crecer.

Cuando volví a la conversación, Alfredo seguía con sus argumentos marketineros : “Los nombres vienen y van, si ahora a la gente le cabe llamar Soho a Palermo, todo bien. Hay que ser flexible”. Me guardé el dato de que tampoco Palermo Viejo se llamó siempre así. Alguna vez Luisa me había dicho que esa parte de la ciudad se conoció con el nombre de Villa Alvear. Pero no quise darle más argumentos a mi amigo, en lugar de eso, le expliqué que él como yo deberíamos revelarnos contra esa pasión anglófila de copiar los nombres de barrios que, con saludable autenticidad, se hicieron famosos en Londres o Nueva York para barrer la autenticidad criolla y crear una toponimia falsa e impostora (Creo que usé la palabra cipayo en algún momento). Estoy seguro que Alfredo se quedó convencido de que me estoy poniendo viejo y cascarrabias.

Me fui pensando que, por suerte, Luisa no llegó a presenciar la explosión demográfica que sufre su barrio, ni tuvo que soportar el manoseo del nombre. Igual, no se si le hubiera importado, ella seguía metida en el barrio de su juventud y mantenía los valores con los que creció. Una vez le pregunté si había conocido la familia de Borges, o la casa que debió estar a escasas cinco cuadras de la suya. No sabía de qué le estaba hablando. Le expliqué que se trataba de un gran escritor argentino que había hecho sus “primeras armas” con cuentos y poemas sobre malevos y cuchilleros de Palermo. “¡Ah querido! –me dijo–, difícil que los haya conocido. Nosotros éramos gente de trabajo, no nos mezclábamos con orilleros”.