"En tiempos de incertidumbre es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza".
E. Pichon Riviere
El proceso electoral que transcurre llevó a SOS Caballito a una reflexión sobre varios aspectos que se relacionan directamente con el objeto principal de nuestra agrupación, la defensa de la calidad de vida. Tenemos claro que nuestra actividad como asociación de vecinos es política, pero no del orden partidario aunque cada uno de nosotros es libre de adherir al sector que entienda que mejor lo representa. Sin embargo, la actual situación nos movió a hacer públicas estas líneas.
Desde antes del inicio de nuestras actividades como agrupación se nos ha hecho evidente que el Estado nunca está ausente, que sus decisiones fundamentales como sus actitudes cotidianas, aunque sea la de mirar para otro lado, determinan el rumbo de la sociedad.
Así, la ciudad asiste al avance descontrolado hasta la saturación, de los emprendimientos inmobiliarios particulares, destinados más a la especulación con fondos producidos por actividades económicas concentradas que a la solución de los problemas habitacionales. En el camino quedan obras de pésima calidad constructiva y estética y, lo más lamentable, varios derrumbes con víctimas mortales, o con heridas o con pérdidas de diverso tipo.
Al asumir nuestros derechos, avanzó la organización de los vecinos que pensamos que esos negocios, por sus definitivas consecuencias sobre el entorno, deberían sujetarse a una planificación clara y no a sólo a decisiones empresariales. La lucha planteada alcanzó algo inconcebible hasta ese momento: que algunos sectores del barrio quedasen protegidos de los grandes edificios, de las "torres caníbales", como se dio en llamarlos.
Ese logro, determinó la decisión de no dejar en la banquina del camino recorrido tanto aprendizaje y se pretende volcarlo a continuar la búsqueda de mejoras para el barrio y la ciudad, a mantener una vigilancia constante que impida deslices sobre lo logrado. Así llegaron las propuestas en defensa del patrimonio construido y de los espacios verdes, los enfrentamientos con emprendedores "no informados pero siempre insaciables" y funcionarios "distraídos pero abiertos", la necesidad de trabajar cerca de otras organizaciones barriales que tienen objetivos similares.
Hemos contado con la ventaja que otorga la decisión política definida por el gobierno nacional de no perseguir los reclamos sociales. Pero cabe señalar que, en la ciudad de Buenos Aires, algunos grupos que trabajan en los mismos temas han sido denunciados como responsables de incrementos en gastos, públicos o privados, por llamar la atención sobre la ejecución de obras en contravención. Algo lamentable, que pretende asustar a los ciudadanos participativos en la defensa de los derechos de todos, no de los poderosos de siempre.
La decisión inmobiliaria de avanzar sobre ciertos barrios no repara en su historia ni en las cuestiones del patrimonio social que representan muchas edificaciones. Esa desaprensión, avalada desde los órganos de supuesta planificación urbana, hace que el vecino pierda constantemente sus referentes, la experiencia del entorno significante, su reconocimiento del propio ser en un lugar, desde una historia y determinando su futuro. El hombre habita cuando puede orientarse e identificarse con un entorno, o, para decirlo brevemente, cuando experimenta al entorno como significativo. (Norberg-Schulz).
En nuestra experiencia vemos que hay una decisión, disfrazada de supuesto progreso, de entregar la ciudad a los negocios de los empresarios inmobiliarios sin pensar en la pérdida de calidad del medio ambiente, de los beneficios del asoleamiento, aire e iluminación natural, de los valores patrimoniales, de la constante tendencia a sobrecargar la infraestructura que pagamos todos. No estamos contra la construcción, sino que pedimos que se haga contemplando los intereses de todos.
También bajo el mismo barniz trucho, de progreso, de cambio, asistimos al avance sobre espacios públicos con proyectos supuestamente saludables o de entretenimiento pero que dejan ver un trasfondo de habilitar negocios particulares redituables para quienes se benefician de ellos, pero innecesarios y contraproducentes para los demás.
La Constitución porteña define y garantiza varias formas para que la ciudadanía pueda participar en las decisiones que la involucran, sin embargo, la tarea de llevar una idea o un proyecto a las autoridades de las Comunas o la Legislatura no es cosa fácil. Con las primeras, por el ninguneo centralista con que las trata el gobierno local, con las segundas, por la práctica obstruccionista del bloque oficialista para con asuntos que se enfrenten a los negocios de sus aliados del campo empresarial.
La idea de asimilar lo urbano al mundo globalizado produce una imagen estereotipada: una ciudad global, sin identidad propia. Al indagar sobre identidad en el ámbito de lo urbano, aparece un espacio creador y organizador de cultura, con infinitos movimientos de poder en un complejo juego de formalidad e informalidad, en la construcción y afirmación de esa identidad.
Las dominantes estructuras formales, políticas y económicas, definen normas de funcionamiento y relación entre los sujetos sociales, tanto individuales como colectivos, respondiendo a la necesidad de su propia conservación. Aún en forma inconsciente, esa definición puede ser simbólicamente violenta.
La violencia simbólica es como la violencia física, pero actúa en un sentido más cínico y perverso, por ser oculta, escondida, disimulada, invisibilizada, y no obstante legitimada "en" y legitimadora "de" discursos y prácticas que deciden sobre sujetos y grupos sociales en base a desconocerlos. Esa violencia escondida es de indiscutible eficacia, impone contenidos simbólicos y lo hace mediante procedimientos institucionales e institucionalizados (Terray).
La informalidad nace en el campo dominado en procura de lograr los verdaderos cambios, los que allí se sienten como necesarios. Es necesario reconocerlos y darles lugar.
"El infierno de los vivos no es algo que será. Hay uno que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil, aceptar el infierno y volverse parte de él infierno hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo crecer, y darle espacio" (I. Calvino).
¿Habrá sido tan eficaz la apelación facilista a la desideologización, la seguridad, el progreso, como fundamento para ejercer la violencia simbólica con la que se excluye y se incluye, se integra y se segrega, se ejerce control y poder, se define una forma de "merecer la ciudad" y quienes son "merecedores de la ciudad"?
17 de noviembre de 2015
"Usted es libre para hacer sus elecciones
y prisionero de sus consecuencias"
Pablo Neruda
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