La página web del gobierno porteño no actualiza el Código de Planeamiento Urbano desde hace años. Y eso ya está generando “confusiones” que pueden ser muy rentables para algunos y ruinosas para otros.
Por Sergio Kiernan
Uno de los problemas de la vida argentina es que nunca queda en claro dónde termina la estupidez y dónde comienza la mala fe. Los paranoides, firmes creyentes en la causalidad de todo, sienten que no hay funcionario que no dé puntada sin hilo. Ni la experiencia de verlos de cerca, en su estupenda incompetencia, conmueve la fe del paranoide en la corruptela constante y coherente. Y tienen un argumento muy fuerte para taparles la boca a quienes creen que la estupidez es, nomás, la fuerza más poderosa en este Universo: los funcionarios suelen equivocarse para el lado que le resulte más rentable a alguien.
El defensor adjunto de la Ciudad, Gerardo Gómez Coronado, dedicado a temas de calidad de vida e interesadísimo en el patrimonio edificado, acaba de descubrir un caso ejemplar de estupidez sospechosa.
Desde que la ombudsman porteña Alicia Pierini tuvo la estupenda idea de crear esta defensoría adjunta, su organismo se está transformando en una muy útil herramienta para que los vecinos de la Ciudad reclamen y, sobre todo, quiebre el lúgubre secreto que parece cubrir los actos de gobierno del Ministerio de Desarrollo Urbano.
Fueron justamente los vecinos los que le señalaron a Gómez Coronado una aparente torpeza sumamente lucrativa. Resulta que en Acevedo 430, Caballito, hay un edificio en venta. La inmobiliaria lo anuncia como demolible para construir en altura, dentro de la normativa R2aII. Esta sigla incomprensible
es muy conocida en Caballito, barrio que protagonizó una lucha de años contra las torres y logró que se bajaran las alturas de una amplia región. En términos del código lleno de siglas que nos rige, esto significó que esa zona pasó de R2aII a R2bII, lo que significa que no se puede construir más en altura sino apenas modificar un poquito edificios ya existentes.
Esto es urbanismo civilizado, por dos razones. Primero, porque las calles residenciales de, por ejemplo, el área entre Parque Centenario y Rivadavia, no se van a transformar en cañones oscuros como ya es, también por ejemplo, la calle Yerbal a esas alturas. Y segundo, porque al poderse agregar apenas un piso parcial y retirado, ya no es rentable el prostibulario negocio de demoler el patrimonio para reemplazarlo por un edificio de ínfima calidad, pero grandote. Esto es, mejor vida y mejores edificios.
Gómez Coronado se interesó en este extraño sapo de la inmobiliaria en cuestión, que seguía vendiendo como si no existiera la rezonificación. Lo curioso es que el cambio fue sancionado como ley 2722 en mayo de 2008, hace casi dos años, y fue publicado en el Boletín Oficial en julio de ese año. La explicación es formidable: el cambio no figura en la página web del gobierno porteño, que consultan propios y ajenos para saber dónde están parados. Esta página web tiene entre otras muchas cosas una versión digital del Código de Planeamiento Urbano de nuestra Ciudad. En su versión de papel, este Código –que no es tal sino apenas una ley gorda– consiste en dos grandes volúmenes, últimamente encuadernados como carpetas. El primero y mayor resume las leyes que rigen la construcción y destrucción de nuestro tejido urbano. El segundo son las famosas “planchetas”, un atlas de Buenos Aires repleto de colores y siglas que algún día hará las delicias de los arqueólogos.
Estas planchetas son una colección de mapas muy detallados de la Ciudad, que permite ver qué se puede hacer en cada rincón y lote. Quien sepa leer los colores y las siglas sabrá con precisión hasta dónde se puede llegar. Como se entenderá, estos tomazos no son exactamente baratos.
Tampoco se editan en cantidades masivas, porque resulta mucho más barato y práctico poner a disposición del público el Código para que sea consultado cuando hace falta. Este tipo de acceso es casi la razón de ser de Internet y no extraña que el Código y sus planchetas estén disponibles en la página del gobierno porteño.
Lo que se encontró Gómez Coronado es que, según la página oficial, nunca se cambió la zonificación de esta parte de Caballito y esto genera una situación potencialmente grave. Es que la inmobiliaria le puede mostrar al interesado la plancheta por Internet, mostrando que efectivamente Acevedo 430 puede ser demolido y reemplazado por algo feo y grandote. Pero la ley rige y fue debidamente publicada en el Boletín Oficial, con lo que Acevedo 430 no puede ser reemplazado por algo mayor, aunque sí puede ser demolido. Es fácil imaginar los juicios cruzados si alguien es tan zonzo de comprar sin consultar el Boletín Oficial: el comprador contra la inmobiliaria, la inmobiliaria contra el gobierno porteño, y combinaciones varias, de acuerdo con la picardía de los abogados.
El defensor adjunto acaba de girar su actuación 118, señalando este problema y subrayando que, “por lo general, los vecinos desconocen la existencia” del Boletín Oficial. Y se podría agregar, luego de haber buscado alguna información específica en esa publicación, que hasta los que saben que existe lo consideran una pesadilla. Por todo esto, Gómez Coronado solicita al secretario de Legal y Técnica, Pablo Clusellas, que haga actualizar rápidamente la página web, incluyendo las muchas leyes que lo modificaron en estos años.
Y son años: el Código no se reimprime desde 2007.
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