Sábado, 27 de noviembre de 2010
A último minuto
Por Sergio Kiernan
Cortando clavos y abriendo la posibilidad de que el Ejecutivo haga trampa con los tiempos, la renovación de la Ley 3056 pasó al jueves que viene. Iba a ser votada en el recinto este 25, pero los trámites internos se demoraron porque la Comisión de Planeamiento sólo firmó este martes 23. Esta reunión de Planeamiento –ya no de asesores sino de los diputados miembros– fue calificada por un participante como “abrumadora” por la cantidad y energía de los vecinos presentes. Los patrimonialistas quedaron agradablemente sorprendidos por la cantidad de caras nuevas que vieron: cada vez se suma más gente a los reclamos por el patrimonio.
Con lo que la ley-marco salió de la comisión y ahora hay que contar los días. Si todo sale bien, se vota el jueves 2 de diciembre, en la habitual sesión final de la Legislatura, que es una cabalgata de votaciones apiladas. La 3056 vence el último día del año y es aquí donde los agentes de la industria inmobiliaria, el ministro Chaín y su subsecretario Lostri, pueden hacer la trampita. Resulta que pese a los esfuerzos denodados de varios miembros del Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales, no se pueden liberar para la piqueta todos los edificios que pasan por ahí. Hasta las representantes de Cultura y del Icomos, que pelean para “desestimar” todo lo posible, entienden que algo hay que catalogar, aunque sea menos de la décima parte de lo tratado.Pero resulta que Chaín y Lostri por algo son socios comerciales –construyen edificios y les hacen obra pública a medida– y se las arreglaron para transformar al CAAP en una máquina de liberar parcelas. Es que si el Consejo “desestima” una propiedad, ésta se puede demoler instantáneamente.
Pero si el CAAP “estima” un edificio, éste no queda automáticamente salvado sino apenas inhibido mientras su carpeta inicia el bizantino trámite de catalogación en la Legislatura. Entretanto, no se puede demoler... a menos que se caiga la ley. Si el 31 de diciembre el Ejecutivo –Chaín y Lostri– no promulgaron la renovación de la 3056, si no la publicaron en el Boletín Oficial, algún vivo o avisado puede “entender” que hay un vacío legal y procederá a demoler lo inhibido. Después le pondrán una multita o algo, pero el daño estará hecho.
Con lo que habrá que seguir de cerca, pese a las fiestas, el camino de ese despacho, observando qué hacen los dinámicos socios de los especuladores, arriesgados a ofender sus deberes como funcionarios públicos.
En la reunión de los diputados fue instrumental Eduardo Epszteyn, que ayudó a acelerar los tiempos. Y se vio un acto público de lucidez del diputado Campos, que elogió la iniciativa del APH de la City que impulsa Patricio Di Stefano. Antonio Campos se oponía por razones equivocadas y es encantador ver que tiene la altura de cambiar de posición.
Cuadra e Imprenta
Pensándolo un poco, era cuestión de tiempo que pasara: conociendo el hambre de terrenos grandes que tienen los especuladores, la supervivencia de la galería-restaurante La Cuadra y del pequeño shopping La Imprenta era tenue. Pese a que son de lo último que le resta de patrimonio a esa zona tan demolida entre Libertador y Luis María Campos, el CAAP los “desestimó” y los dinámicos Chaín y Lostri cumplieron con sus clientes. El barrio, sin embargo, está en armas.
La Imprenta era la imprenta y boletería del Hipódromo de Palermo, que fue el motor del barrio. Las viejas máquinas están hoy en el museo del hipódromo de San Isidro, bien preservadas. La Cuadra era uno de los muchos studs que puntuaban el barrio, una tipología de la que ya no queda otro ejemplar.
En 1986, los arquitectos Fortesa y Sábato dirigieron el proyecto que se ve hoy: los dos edificios conectados a través de una casa donde alguna vez se vendió forrajes, cada uno tratado a su manera. La Imprenta mantiene su sencillez formal, con nuevas aperturas. La caballeriza, creada en 1928 por el arquitecto Flores Pirán, intervenida de un modo minimalista que da gusto ver. Quien visite el lugar, se encontrará con una fachada francesa de lo más paqueta a la que le faltan nada más que los ventanales originales, reemplazados por paños fijos de vidrio para los dos locales que dan a la calle (por alguna razón inexplicable, los comerciantes creen que venden más si vandalizan las ventanas).
Entrar es encontrarse con una caballeriza intacta, con su pavimento de adoquines, columnitas de metal, vereda perimetral y boxes con pesadas puertas de madera con equipamientos de bronce. Cada box es un local –el 16 fue el hogar de Yatasto, el pingo de Carlos Gardel– y el espacio central, techado, es el restaurante. Es un lugar muy bien llevado, un tipo de intervención sano e incruento que debería ser modelo.
Nada de esto le interesó al CAAP, más atento a los intereses de la industria inmobiliaria que a su misión de ayudar a preservar el patrimonio. La furiosa disidencia de su única miembro consistentemente coherente, Mónica Capano –a cargo de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la ciudad– no alcanzó para frenar el negocio. Capano está preparando un dictamen muy crítico contra la autorización de demolición y, este martes a las 18 horas, va a trasladar su tertulia de La Ideal al restaurante La Cuadra como protesta.
El defensor del Pueblo adjunto Gerardo Gómez Coronado también está tomando cartas en el asunto y prepara una recomendación para Chaín y Lostri. Lo que les dirá a los funcionarios es que hubo un evidente eco en la sociedad ante la posibilidad de que demuelan estos edificios, con lo que queda en claro que tienen un valor que trasciende sus ladrillos. El Ejecutivo debería frenar la autorización y mandarla de vuelta al CAAP, para que éste revise su decisión.
De urgencia, el diputado Sergio Abrevaya, con apoyo de Epszteyn, preparó un proyecto para proteger la caballeriza en los términos de la ley 1227 de Patrimonio, con lo que Desarrollo Urbano no puede intervenir. Parte de la movida es enviarle una nota a Lostri para que se dé por enterado y congele cualquier obra hasta que se expida la Legislatura. Habrá otra nota para Josefina Delgado, de Cultura, a ver si, por fin, se mueve.
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