lunes, 2 de julio de 2012

Adoquines y leyes misteriosas

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Sábado, 30 de junio de 2012

Adoquines y leyes misteriosas

El gobierno porteño insiste en no cumplir con San Telmo, mientras Basta de Demoler descubre cómo hicieron para autorizar el edificio junto a Santa Catalina.

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Por Sergio Kiernan

SANTA CATALINA

Basta de Demoler acaba de presentar ante la Justicia una ampliación de argumentos para impulsar la medida cautelar para evitar el bodoque que quieren construirle al ladito de nuestro convento de Santa Catalina. Lo que logró establecer la ONG es la "inaudita" manera en que se permitió la obra en el estacionamiento que tomaba Reconquista de Córdoba a Viamonte, subiendo media cuadra en ambos lados rumbo a San Martín. El proyecto es una mole que toma la cuadra entera, con 60 metros de altura, varios subsuelos de cocheras y casi 46.000 metros cuadrados.
El misterio es por qué este terreno no figura en el listado del Area de Protección Histórica Catedral Norte. La respuesta es simple: sí figura. Cuando se votó en primera lectura el proyecto de ley 2718/09 el lote estaba claramente incluido. Esto ocurrió el 15 de febrero de 2011, con lo que el lugar debería haber sido inhibido por completo para toda obra. Pero apenas quince días después, el 2 de marzo de 2011, la Dirección General de Interpretación Urbana emite una resolución aprobando el enorme proyecto.
Para mayor misterio, el 26 de octubre de 2011 se vota por segunda vez y final la ley 3943, con el faltante de este terreno. Esto es "ilegal", según Basta de Demoler y toda lógica posible. Según la ONG, primero se da un permiso que no procede y luego se toma el muy grave paso de sacar el terreno de una ley –cosa imposible de hacer legalmente– para blanquearlo.
Pero hay más. Resulta que el que firmó la resolución del 2 de marzo de 2011 autorizando la obra es el director general Antonio Ledesma. Y el que recibió el beneficio es, entre otros, el arquitecto Roberto Parysow, autor del proyectón en cuestión. Es como mínimo una falta de elegancia, ya que Ledesma y Parysow son socios. Por ejemplo, en 2008 lograron el segundo premio del proyecto para la "adecuación" del edificio del CPAU en la calle 25 de Mayo, junto a Emilio Schargrodsky, Lucía Mazzaglia, Gabriel Galván y un equipo de catorce arquitectos y dos ingenieros. De paso se señala que Ledesma ya era funcionario público en ese momento...
Para seguir mostrando cómo funcionan ciertos vasos comunicantes, fue el mismo Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo el que salió a defender el proyecto de Parysow autorizado por Ledesma. El CPAU es la colegiatura obligatoria profesional del gremio y se comporta como un estudio de lobbistas para la construcción con C mayúscula: a mayor obra, la empresa y el estudio, mayor el entusiasmo. Por eso, esta semana aparece la arquitecta Cristina Fernández, secretaria y consejera del CPAU, en La Nación defendiendo el muro junto al convento con toda energía. Fernández dice, sueltísima de cuerpo, que "en Europa hay muchos lugares donde hay una edificación al lado de una iglesia de 500 años y no pasa nada". Lo decía para señalar que se puede construir sin derrumbar a los vecinos, pero dejó entre muchos patrimonialistas bien viajados la gran duda: ¿dónde se hacen edificios de 60 metros al lado de iglesias históricas?
La arquitecta se hizo notar por su enérgica condena de la ley 2548, la que crea el sistema de protección especial para edificios anteriores a 1941. Se la vio una y otra vez en la Legislatura, tratando de convencer a legisladores de que era una ley nociva para la construcción, la arquitectura y el urbanismo. En la nota citada, se le escapa que si se hacen así las cosas "no se construiría nada en muchísimos lugares de la ciudad", que es su verdadera preocupación. Y la del CAAP.
Qué contraste entonces con la nota de este miércoles de Miguel Jurado, el editor adjunto del suplemento ARQ de Clarín y persona perfectamente inocente de toda sospecha de querer "museificar" la ciudad. Jurado explica con tino que "preservar es también generar condiciones espaciales que jerarquicen un edificio". El autor hasta confiesa que "me da bronca que los pocos vestigios de nuestro pasado colonial se tiren a la marchanta con ignorancia supina".


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