Ante la publicidad sobre un emprendimiento inmobiliario que incluye locales comerciales y viviendas en altura a construirse en el predio del edificio que ocupara el Colegio Santa Rosa, SOS Caballito invitó a reflexionar sobre varios temas. Ya comenzamos a publicar algunas de las respuestas que recibimos, en esta nota damos nuestra opinión sobre el primero de los asuntos que abrimos a los vecinos:
La ciudad y el barrio ¿pueden tolerar que un enorme negocio inmobiliario convierta parte de un pasaje tradicional en un desfiladero donde no volverá a dar el sol?
Los pasajes de la Ciudad de Buenos Aires tienen orígenes diversos. Algunos devienen de las delimitaciones iniciales de las manzanas coloniales que, en algunos casos quedaban divididas, en medios o cuartos; otros son resabios de accesos secundarios a alguna construcción que daba frente a una calle; los que fueron pasos internos o de salida de servicios de una quinta o son resultantes del cegado de algún zanjón, entre muchas otras posibilidades. Cabe recordar al Discépolo, con su contracurva, diseñada para que “La Porteña” y su pequeño tren cruzaran desde Lavalle y Callao a Corrientes y Riobamba, rumbo a Plaza Miserere y luego a Floresta.
Con el tiempo, esos pasos fueron quedando como incrustados en la cuadrícula que caracteriza la trama urbana, definiendo un espacio tranquilo, de asoleamiento y también de ventilación, cruzando una o más manzanas, definiendo remansos entre calles de denso tránsito vehicular y peatonal.
Podemos suponer que el pasaje San Irineo era una salida secundaria de la quinta de Lezica por la actual calle Rosario (que era su contrafrente entre las hoy Doblas y la Plazoleta Primera Junta), para alcanzar el cercano Camino a Cañuelas, como se llamaba a la Av. Juan B. Alberdi. Si lo recorremos, podremos ver que actualmente cumple con todo aquello que describimos más arriba, a pesar de los ya demasiados edificios en altura que lo bordean, abusivos sobre su estrechez (10 metros, sumando calzada y veredas).
En cada una de sus tres cuadras veremos construcciones especiales: “La esquina rosada”, en el cruce con Formosa, inesperada; la clásica salida de carruajes del Nº 243, con paredón ornamentado y portón de hierro que guardan construcciones antiguas y árboles, todo ya condenado a la piqueta según anuncia un cartel que ya colgó un famoso “depredador inmobiliario” y, finalmente el ex colegio Santa Rosa con sus edificios, el antiguo y el más moderno, que con su baja altura defienden el paso del sol hasta que se pierde tras las moles de 8, 12 y 19 pisos que lo enfrentan.
De construirse el proyecto anunciado, con comercios en planta baja y nueve edificios que superarán los 30 m de altura a lo largo de la cuadra, desaparecerán definitivamente todas las cualidades señaladas. Nos quedarán las turbulencias provocadas por dos bloques enormes enfrentados sobre un desfiladero sombrío, al que se pretenderá extender la complicada movida comercial de la cercana Av. Rivadavia. No más espacio tranquilo, asoleamiento, ventilación, no más remanso junto a la calle Rosario, siempre al borde del colapso. Y no habrá posibilidad alguna de mitigación para esas pérdidas que dañarían en forma no recuperable la ya tan maltratada calidad de vida en nuestro barrio de Caballito.
Por estos y muchos más motivos, insistimos en convocar a los vecinos a oponerse al proyecto de cambiar un pasaje clásico y una escuela necesaria por un negocio inmobiliario abusivo.
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