La ciudad y el barrio ¿pueden aceptar que un edificio histórico y de valor patrimonial sea convertido en un "mascarón de proa" de un complejo gigantesco de edificios que lo aplastará por la diferencia de escala entre ambas construcciones?
La Ciudad de Buenos Aires se ha dado una legislación que permite proteger a sus edificios y otros sitios que cuentan con valor patrimonial. Este valor se refiere a diversos aspectos que hacen que el objeto de referencia sea reconocido. Éstos, según el art. 10.3.2 del Código de Planeamiento Urbano, Ley 449 de la ciudad, son los siguientes:
Valor Urbanístico: cualidades que posee un edificio que define o califica la trama, el paisaje urbano o el espacio público.
Valor Arquitectónico: elementos poseedores de calidades de estilo, composición, materiales, coherencia tipológica y otra particularidad relevante.
Valor Histórico – Cultural: elementos testimoniales de una organización social o forma de vida que configuran la memoria histórica colectiva y un uso social actual.
Valor Singular: características irreproducibles o de calidad en cuanto a los aspectos técnicos constructivos o el diseño del edificio o sitio.
Entendemos que el edificio del ex colegio Santa Rosa puede ser ejemplo de casi todos esos parámetros, sin duda alguna en su parte antigua pero también en la más moderna, por la adecuación lograda con la construcción original y por el respeto al espacio público definido por el pasaje San Irineo.
Pero ni aún la mejor cobertura asegura la permanencia de estos hitos urbanos. El sector abusivo del negocio inmobiliario, ese que ya superó los “bienes raíces” y agrede la calidad de vida en la ciudad y el barrio convirtiendo su actividad en “males raíces”, no ha aceptado los límites de la legislación y ha buscado siempre burlarlos en pos de sus negocios.
Una de las últimas novedades en este dañino hacer es la de dejar a la vista algún resabio de lo que fuera el bien patrimonial, a la manera de un mascarón, y, por detrás, construir no un gracioso velero sino un enorme y generalmente anodino edificio en altura que aplasta, por la simple consecuencia de la diferencia de escala, a aquel que (dicen) se trata de proteger.
En el barrio ya tenemos varios ataques de este tipo, entre otros: Av. Pedro Goyena 840, que guardó el estilo Tudor del frente y un salón para esconder una torre; Av. Pedro Goyena 1515, donde se condenó a una especie de Siberia, con sombra perpetua, a una casa catalogada que ahora sirve de heladería, emplazada delante de la nueva obra que agrede a toda la manzana circundante; y los agraviantes frentes que dejaron pegados delante la fachadas de sendos edificios en Malvinas Argentinas … y Puán 45, como si fueran estampillas para certificar la condición patrimonial que tuvieron las casas representativas que hubo en esos solares.
Ante estos desastres a los que los agresores inmobiliarios nos tienen acostumbrados, volvemos a convocar a los vecinos a expresarse y organizarnos para reclamar ante las autoridades pertinentes el rechazo de este nefasto proyecto y el mantenimiento del uso escolar original.
El miércoles 14/9 a las 18,30hs nos reuniremos en Rosario y San Irineo para juntar firmas para iniciar una acción en la Legislatura. Te esperamos!
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ResponderEliminarEsto es parte de un modelo pergeñado que avasalla sin miramientos sobre lo que sea, incluido un edificio histórico que debería preservarse, en pos del negocio, del dinero, de la inversión.
Nadie piensa en cuánta calidad de vida perdemos en el barrio todos los días, desde hace mucho tiempo.
Gracias SOS Caballito.
Hoy hay una reunión en la iglesia del Buen Pastor porque se está por levantar un Shopping en lugar de un parque como quieren los vecinos que saben que Caballito pierde espacio verde como continuidad del corredor del Paseo doctor René Favaloro... sobre las vías del tren.
Saludos.