Un libro ayuda a tomar conciencia del valor de los edificios históricos
Publicado el 15 de Marzo de 2011Decidimos empezar por la escuela porque, junto con las primeras letras, se fijan en la mente infantil ideas y preconceptos que después contribuyen a rechazar modos vandálicos u ofensas a símbolos que son caros a nuestro ser nacional, lo mismo que aprender a disfrutar de lugares y edificios de valor patrimonial", escribió el arquitecto Luis Grossman, director general del Casco Histórico porteño, para el prólogo de un libro que será repartido en las escuelas de la Ciudad para inculcar entre maestros y estudiantes la preservación de la cultura del patrimonio histórico.
El libro El Casco Histórico en la Escuela está destinado a docentes de nivel inicial y primario, para que se ocupen de transmitir a sus alumnos la importancia del respeto y el compromiso con los edificios que forman parte de la cultura porteña. Según se lee en sus páginas, el objetivo es "el aporte de experiencias que, a través de la mirada de los niños y adolescentes, ayuden a revertir la situación dentro de un programa de concientización", que no se limita a esos chicos, sino que busca llegar "a la comunidad en general". El texto propone tres tipos de salidas didácticas: el recorrido de los alumnos por los diferentes espacios históricos; la participación de los estudiantes en la Escuela Taller, donde pueden ayudar con sus propias manos a la preservación de los edificios (ver aparte); y la experiencia de los docentes en el Casco Histórico, que contempla recorridos por el Colegio Nacional de Buenos Aires y visitas al Museo Histórico Nacional, la Casa Rosada y la Catedral Metropolitana, entre otros lugares.
La mayor parte de las 83 páginas de fotos e información se ocupa de transmitir las primeras experiencias de este programa. En el caso de la Escuela 26 Hipólito Yrigoyen, por ejemplo, los alumnos de primaria conocieron el Pasaje San Lorenzo, en San Telmo, y luego tuvieron que dibujar la fachada y precisar qué elementos o materiales encontraron allí por primera vez. Al lado de su dibujo de los balaustres –soportes–, uno de los chicos se excusó y explicó: "Me salió un poco mal pero me salió. Son necesarios para no caerse mientras mirás desde arriba." Otro, dibujó una pilastra –columna baja– y un adorno, de los cuales resaltó su belleza "aunque sean viejos".
Los maestros tienen una guía para detallarles a los chicos los nombres de algunos de los elementos que poseen las fachadas. Las maestras de la Escuela 26 llegaron a la conclusión de que "los chicos quieren aquello que conocen, que viven a diario y que les es familiar. Los chicos aprenderán a quererlo, a conocerlo y a protegerlo." <
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