Opinión
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Disculpe Sr. jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero no creo que los malos, frívolos, ignorantes y/o tontos, lo sean total y eternamente. Dirá usted que la mía es una visión esperanzadora y hasta inocente y tal vez, sólo tal vez, tenga algo de razón. A veces siento cansancio y me invade un profundo hartazgo, pero sigo creyendo y militando por la vida y los valores en los que creo.
Enterarme del veto (uno más en la Viña del Señor Citadino) a la Ley de Expropiación de la que fuera la casa de Juan de Dios Filiberto, en la calle Magallanes 1140, de La Boca, acentuó mi hartazgo. Lo admito, pero sin embargo estoy aquí, resucitando esos valores y esa militancia.
Si alguien no puede callar ante hechos de esta naturaleza vinculados con el tango y su historia, soy yo.
Juan de Dios Filiberto, que tiene el privilegio de dar nombre a la Orquesta Nacional de Música Argentina impulsada por Eva Perón en 1948, fue el autor de obras tan recordadas como "Quejas de bandoneón", "Caminito", "Cuando llora la milonga", "Clavel del aire" o "El pañuelito" (por citar unas pocas), y fue amigo personal de Benito Quinquela Martín, quien no sólo pintó el frente de la casa de Filiberto, sino que le dio color a la barriada donde está el equipo de fútbol con el cual usted simpatiza.
Es simplemente imposible entender este veto, aun desde esa visión tan suya de la cultura, esa que con crudeza expresó una vez más en el festival de Cosquín, llamando al tango "la soja porteña". Si el tango es una commoditie a la que hay que sacarle rentabilidad, cómo explica esta infame quema de campos que supone destruir la casa de Juan de Dios Filiberto. Como todo tiene que ver con todo, me resulta insólito y poco creíble que, en el mismo evento, usted desconozca el levantamiento del Festival Música de Provincias que, con mucha repercusión, se venía haciendo antes de su gestión y que permitía un acercamiento de la Ciudad al sonido de la Argentina profunda, como la llama nuestra presidenta.
Ante esta política de tirar abajo cuanta edificación de valor patrimonial –tangible o intangible– haya, quiero pensar (aquí aparece otra vez mi inocencia, qué le voy a hacer) que usted se está dejando llevar por los consejos de gente aviesa que ofician de asesores de momento, y que desconocen el valor de la palabra Cultura, así, con mayúscula.
Quiero suponer, además, que, ante las advertencias que de una u otra manera le está haciendo llegar la ciudadanía, usted tendrá la necesaria grandeza como para revisar las medidas adoptadas, reconociendo en muchas de ellas una improvisación lamentable y en otras, la supeditación de los valores humanísticos a la fría y cruel tiranía de los números.
Todo esto, Sr. jefe de gobierno, es un juego de abalorios que el mismísimo Hermann Hesse podría haber incluido en su novela que, a propósito, le recomiendo como lectura.
Publicado el 31 de Enero de 2012 en Tiempo Argentino
Disculpe Sr. jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero no creo que los malos, frívolos, ignorantes y/o tontos, lo sean total y eternamente. Dirá usted que la mía es una visión esperanzadora y hasta inocente y tal vez, sólo tal vez, tenga algo de razón. A veces siento cansancio y me invade un profundo hartazgo, pero sigo creyendo y militando por la vida y los valores en los que creo.
Enterarme del veto (uno más en la Viña del Señor Citadino) a la Ley de Expropiación de la que fuera la casa de Juan de Dios Filiberto, en la calle Magallanes 1140, de La Boca, acentuó mi hartazgo. Lo admito, pero sin embargo estoy aquí, resucitando esos valores y esa militancia.
Si alguien no puede callar ante hechos de esta naturaleza vinculados con el tango y su historia, soy yo.
Juan de Dios Filiberto, que tiene el privilegio de dar nombre a la Orquesta Nacional de Música Argentina impulsada por Eva Perón en 1948, fue el autor de obras tan recordadas como "Quejas de bandoneón", "Caminito", "Cuando llora la milonga", "Clavel del aire" o "El pañuelito" (por citar unas pocas), y fue amigo personal de Benito Quinquela Martín, quien no sólo pintó el frente de la casa de Filiberto, sino que le dio color a la barriada donde está el equipo de fútbol con el cual usted simpatiza.
Es simplemente imposible entender este veto, aun desde esa visión tan suya de la cultura, esa que con crudeza expresó una vez más en el festival de Cosquín, llamando al tango "la soja porteña". Si el tango es una commoditie a la que hay que sacarle rentabilidad, cómo explica esta infame quema de campos que supone destruir la casa de Juan de Dios Filiberto. Como todo tiene que ver con todo, me resulta insólito y poco creíble que, en el mismo evento, usted desconozca el levantamiento del Festival Música de Provincias que, con mucha repercusión, se venía haciendo antes de su gestión y que permitía un acercamiento de la Ciudad al sonido de la Argentina profunda, como la llama nuestra presidenta.
Ante esta política de tirar abajo cuanta edificación de valor patrimonial –tangible o intangible– haya, quiero pensar (aquí aparece otra vez mi inocencia, qué le voy a hacer) que usted se está dejando llevar por los consejos de gente aviesa que ofician de asesores de momento, y que desconocen el valor de la palabra Cultura, así, con mayúscula.
Quiero suponer, además, que, ante las advertencias que de una u otra manera le está haciendo llegar la ciudadanía, usted tendrá la necesaria grandeza como para revisar las medidas adoptadas, reconociendo en muchas de ellas una improvisación lamentable y en otras, la supeditación de los valores humanísticos a la fría y cruel tiranía de los números.
Todo esto, Sr. jefe de gobierno, es un juego de abalorios que el mismísimo Hermann Hesse podría haber incluido en su novela que, a propósito, le recomiendo como lectura.
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