Buenos Aires, 1 de noviembre de 2016
Señoras y Señores Legisladores de la Ciudad de Buenos Aires:
Ante la publicidad sobre un emprendimiento inmobiliario que incluye locales comerciales y varias torres de viviendas en altura a construirse en el predio con acceso principal en la calle Rosario 638, ocupado por el edificio histórico que utilizara el Colegio Santa Rosa, SOS Caballito recoge el sentir de innumerables vecinos de la zona para invitar a los Legisladores a reflexionar sobre los temas que son el eje de las permanentes expresiones de oposición a ese proyecto y de reclamo hacia el aprovechamiento de la construcción existente para darle uso como escuela pública.
La ciudad y el barrio ¿aceptarán que se sigan construyendo grandes edificios para comercio y vivienda en una de sus zonas donde la densificación edilicia ya ha superado límites admisibles en cuanto a cantidad de habitantes, colapso del tránsito, de servicios esenciales y agrupamiento comercial?
Caballito es uno de las barrios más poblados de Buenos Aires, con cerca de 180.000 habitantes tiene una densidad de casi el doble que la de la ciudad, más de 25.000 habitantes por km2. También es uno de los que recibieron mayor cantidad de obras nuevas en los últimos años y lo sigue haciendo. En el mismo período, con una demanda que supera la oferta, soportó y soporta constantes cortes en la provisión de agua y electricidad. ¿Cuál es el sentido de seguir agregando personas, edificios, comercios, en uno de los lugares más complicados del barrio?
El predio del ex colegio Santa Rosa (que ocupa toda la cuadra del pasaje San Irineo hasta llegar a la calle Guayaquil), prácticamente, está en el eje de la manzana cortada en dos por el mencionado pasaje. Si lo tomamos como el centro de un círculo de unos 50m de radio nos encontramos con uno de los ejemplos de mayor densidad de torres de viviendas en la ciudad. Y nos permitimos abundar en detalles: Riglos 150, 15 pisos; Rosario 556, 18 pisos; Rosario 617, 24 pisos (el enorme edifico Nicolás Repetto, que llega desde Av. Rivadavia); Rosario 670, 19 pisos; San Irineo 123, 19 pisos; San Irineo 147,12 pisos; San José de Calazans 108, 19 pisos, San José de Calazans 114, 19 pisos y San José de Calazans 147, 14 pisos. Y su entorno cercano no es precisamente una suma de espacios abiertos y con algún resabio de verdes sino que, en su mayoría, se trata de edificaciones con alrededor de 8 pisos de altura y locales comerciales. ¿Tiene sentido agregar a tanto exceso una tira de torres a lo largo de toda una cuadra?
La actividad comercial tiene su epicentro sobre Av. Rivadavia, y a una cuadra del ex colegio Santa Rosa está la entrada al "shopping" del barrio; la calle Rosario agrega sus locales, en general destinados a las compras cotidianas, casi sin solución de continuidad. ¿Hacen falta más, justo en el pasaje San Irineo?
El tránsito vehicular por Caballito, en cualquier sentido, está pleno de obstáculos que se multiplican durante las horas pico. El transporte público se completa al máximo cuando atraviesa el barrio. La calle Rosario, continuación de Av. Rivadavia en su mano hacia el centro, "vive" en situación de cuasi colapso en toda su extensión, que incluye las contínuas paradas de varias líneas de transporte público. A metros del ex Santa Rosa, casi enfrentándolo, el acceso de cargas a un centro comercial completa el tumulto. La calle Guayaquil, paralela a la anterior, es ruta de otras cinco líneas de colectivos
¿Tiene sentido de seguir agregando movimiento vehicular con los 124 estacionamientos que promete el discutido proyecto?
Definitivamente, creemos que no se puede aceptar que se sigan construyendo grandes edificios para comercio y viviendas en este lugar. Algún criterio urbanístico, no mercantilista ni oportunista, debería primar.
La ciudad y el barrio ¿pueden tolerar que un enorme negocio inmobiliario convierta parte de un pasaje tradicional en un desfiladero donde no volverá a dar el sol?
Los pasajes de la Ciudad de Buenos Aires tienen orígenes diversos. Algunos devienen de las delimitaciones iniciales de las manzanas coloniales que, en algunos casos quedaban divididas, en medios o cuartos; otros son resabios de accesos secundarios a alguna construcción que daba frente a una calle; los que fueron pasos internos o de salida de servicios de una quinta o son resultantes del cegado de algún zanjón, entre muchas otras posibilidades. Cabe recordar al Discépolo, con su contracurva, diseñada para que "La Porteña" y su pequeño tren cruzaran desde Lavalle y Callao a Corrientes y Riobamba, rumbo a Plaza Miserere y luego a Floresta.
Podemos suponer que el pasaje San Irineo era una salida secundaria de la quinta de Lezica por la actual calle Rosario (que era su contrafrente entre las hoy Doblas y la Plazoleta Primera Junta), para alcanzar el cercano Camino a Cañuelas, como se llamaba a la Av. Juan B. Alberdi.
Con el tiempo, esos pasos fueron quedando como incrustados en la cuadrícula que caracteriza la trama urbana, definiendo espacios tranquilos, de asoleamiento y también de ventilación, cruzando una o más manzanas, definiendo remansos entre calles de denso tránsito vehicular y peatonal.
En una recorrida matutina pudimos comprobar que cumple con todo aquello que describimos más arriba, a pesar de los ya demasiados edificios en altura que lo bordean, abusivos, sobre su estrechez (10 metros, sumando calzada y veredas).
En cada una de sus tres cuadras veremos construcciones especiales: "La esquina rosada", en el cruce con Formosa, impecable; la clásica salida de carruajes del Nº 243, con paredón ornamentado y portón de hierro que guardan construcciones antiguas y árboles, todo ya condenado a la piqueta según anuncia un cartel que ya colgó un famoso "depredador inmobiliario" y, finalmente el ex colegio Santa Rosa con sus edificios, el antiguo y el más moderno, que con su baja altura defienden el paso del sol hasta que se pierde tras las moles de 8, 12 y 19 pisos que lo enfrentan.
De construirse el proyecto anunciado, con comercios en planta baja y los varios edificios que superarán los 30 m de altura a lo largo de la cuadra, desaparecerán definitivamente todas las cualidades señaladas. Nos quedarán las turbulencias provocadas por dos bloques enormes enfrentados sobre un desfiladero sombrío, al que se pretende extender la complicada movida comercial de la cercana Av. Rivadavia. No más espacio tranquilo, asoleamiento, ventilación, no más remanso entre Juan B. Alberdi y Rosario, siempre cargadas de tránsito. Y no habrá posibilidad alguna de mitigación para esas pérdidas que dañarían en forma no recuperable la ya tan maltratada calidad de vida en nuestro barrio de Caballito.
La ciudad y el barrio ¿pueden aceptar que un edificio histórico y de valor patrimonial sea convertido en un "mascarón de proa" de un complejo gigantesco de edificios que lo aplastará por la diferencia de escala entre ambas construcciones?
La ciudad de Buenos Aires se ha dado una legislación que permite proteger a sus edificios y otros sitios que cuentan con valor patrimonial. Este valor se refiere a diversos aspectos que hacen que el objeto de referencia sea reconocido según lo establecido por el art. 10.3.2 del Código de Planeamiento Urbano, Ley 449 de la Ciudad.
Así se busca reconocer y proteger las cualidades que posee un edificio que define o califica la trama, el paisaje urbano o el espacio público, su calidad de estilo, composición, materiales, coherencia tipológica y otras particularidades relevantes, los elementos testimoniales de una organización social o forma de vida que configuran la memoria histórica colectiva y un uso social actual o las características irreproducibles o de calidad en cuanto a los aspectos técnicos constructivos o el diseño del edificio o sitio.
Entendemos que el edificio del ex colegio Santa Rosa puede dar ejemplo de casi todos esos parámetros, sin duda alguna en su parte antigua pero también en la más moderna, por la adecuación lograda con la construcción original y por el respeto al espacio público definido por el pasaje San Irineo.
Pero ni aún esta cobertura legal ha permitido asegurar el respeto por estos hitos urbanos. El sector abusivo del negocio inmobiliario, ese que ya superó los "bienes raíces" y agrede a la ciudad y el barrio convirtiendo su actividad en "males raíces", no ha aceptado los límites de la legislación y busca burlarlos en pos de sus negocios.
Una de las últimas novedades en este dañino hacer es la de dejar a la vista algún resabio de lo que fuera el bien patrimonial, a la manera de un mascarón de proa, y, por detrás, construir ya no un gracioso velero sino un enorme y generalmente anodino edificio en altura que aplasta, por la simple consecuencia de la diferencia de escala, a aquel que (dicen) se trata de proteger.
En el barrio ya tenemos varios ataques de este tipo, entre otros: Av. Pedro Goyena 840, que guardó el estilo Tudor del frente y un salón seguidos de una torre; Av. Pedro Goyena 1515, donde se condenó a una especie de Siberia, con sombra perpetua, a una casa catalogada que sirve de heladería delante de una obra que agrede a toda la manzana circundante; y los frentes agraviado que dejaron pegados delante la fachadas de sendos edificios en Malvinas Argentinas 84 y Puán 45, como si fueran estampillas que certificaran la condición de patrimonial que tuvieron las casas representativas que hubo en esos solares.
La ciudad y el barrio ¿pueden permanecer indiferentes ante la propuesta de demoler un edificio escolar cuando hacen falta escuelas de nivel inicial, en especial jardines maternales, y varios establecimientos cercanos a Rosario 638 son compartidos por distintas instituciones en detrimento de la atención de sus respectivas matrículas y de los nuevos planes de estudio?
En los últimos dos años ha sido imposible que la ciudad cubriera la demanda de vacantes para los jardines maternales. La obligación, establecida por ley, de brindar progresivamente cobertura universal a los chicos de menos de cuatro años encontró a la ciudad, como a la mayoría de las provincias, con escasos recursos físicos y aún no se ha podido resolver el problema. Así, el nivel inicial de enseñanza necesita ampliar sus espacios, como lo denota la publicidad oficial aparecida en los últimos tiempos sobre licitaciones para la construcción de varios edificios de entre tres y seis aulas para jardines de infantes en todo el país, con costos millonarios.
Por otra parte, en el nivel secundario ha dado comienzo la implementación de la Nueva Escuela Secundaria, reforma impulsada por el Ministerio de Educación de la Ciudad que propone planes de estudio que incluyen la realización de talleres y otras actividades que requieren de espacios no siempre existentes en los distintos establecimientos. Por lo tanto, la pretendida reforma se verá limitada en varios aspectos.
A esto, se suma la situación de varios edificios que son compartidos por dos o tres colegios distintos, lo que impide que cada institución pueda extender sus horarios de trabajo dado que el contraturno correspondiente es ocupado por otra. O, en algunos casos, se da la superposición de actividades de difícil resolución. En nuestro barrio se reitera el problema: entre otros, tenemos dos ejemplos muy cercanos al ex Santa Rosa: el Normal Nº 4 comparte su edificio con el Liceo Nº 2; mientras que el Nacional Nº 17 lo hace con los Comerciales Nº 23 y 29.
En particular, nos resulta merecedor de atención el caso de la agregación del Normal Nº 4 con el Liceo Nº 2, teniendo en cuenta que el primero desarrolla los cuatro niveles de educación (inicial, primario, secundario y terciario), con una matrícula total de casi 4.000 alumnos, a los que se suman los más de 700 estudiantes del Liceo que ocupan el edifico en el turno tarde.
Se hace fácil imaginar las dificultades para desarrollar, no sólo la actividad educativa, sino también la imprescindible atención de las cuestiones de higiene de los locales y seguridad de alumnos y docentes.
Enfrentado a lo anterior, tenemos en el barrio un desarrollo hasta la saturación de la construcción de edificios en altura destinados a grandes negocios inmobiliarios que, como hemos comentado en otras oportunidades, ya supera los niveles aceptables.
Teniendo en cuenta lo comentado, la sola idea de suponer la demolición de un edifico escolar emblemático, con capacidad para albergar algunas de las actividades que requieren espacios que se han demostrado como faltantes o insuficientes, y que con sólo una puesta a punto podría estar prontamente en uso, con el único fin de dar lugar a un negocio consistente en un gran bloque de edificios en un sector excesivamente densificado, tanto en construcciones como en habitantes, suena a error, a desinterés por la calidad educativa y la calidad de vida, a falta de previsión, a desmesura, a negación urbanística, a negocio privado sobre el interés público.
La reacción vecinal, demostrada en varias movilizaciones realizadas frente al predio y el apoyo unánime de la Asamblea del Consejo Consultivo de la Comuna 6, llevó a que varios diputados avanzaran en la presentación de distintos proyectos de ley que proponen la expropiación del edificio por razones de utilidad pública y para asegurar su permanencia como patrimonio construido y su utilización para uso escolar, mencionándose en ellos distintos niveles educativos.
Desde S.O.S. Caballito hemos ofrecido a los vecinos nuestras posibilidades de organización y recepción de los reclamos, y ahora nos presentamos ante los Legisladores de la Ciudad para reclamar un rápido y positivo tratamiento de los mencionados proyectos, entendiendo que su aprobación y rápida puesta en ejecución darán una respuesta reclamada como imprescindible por la comunidad barrial.
Cerramos nuestra presentación con el reclamo que se convirtió en consigna de los vecinos de Caballito:
La ciudad y el barrio no pueden aceptar que se sigan construyendo grandes edificios para comercio y vivienda en una de sus zonas donde la densificación edilicia ya ha superado límites admisibles en cuanto a cantidad de habitantes, colapso del tránsito, de servicios esenciales y agrupamiento comercial.
La ciudad y el barrio no pueden tolerar que un enorme negocio inmobiliario convierta parte de un pasaje tradicional en un desfiladero donde no volverá a dar el sol.
La ciudad y el barrio no pueden aceptar que un edificio histórico y de valor patrimonial sea convertido en un "mascarón de proa" de un complejo gigantesco de edificios que lo aplastará por la diferencia de escala entre ambas construcciones.
La ciudad y el barrio no pueden permanecer indiferentes ante la propuesta de demoler un edificio escolar cuando hacen falta escuelas de nivel inicial, en especial jardines maternales, y varios establecimientos cercanos a Rosario 638 son compartidos por distintas instituciones en detrimento de la atención de sus respectivas matrículas y de los nuevos planes de estudio.
¡¡ESCUELA SÍ, TORRES NO!!
Sin otro particular, los saludamos atentamente.
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