Tendremos que pedir perdón a Carlos Thays, el gran paisajista, que nos dejó una ciudad única por sus árboles y sus colores...
Casi diría que tendremos que pedir perdón al lapacho y a su rosa intenso, al rojo ceibo, al increíble azul del jacarandá, a las tipas y sus lágrimas amarillas y a los palos borrachos blancos y rosas , tan nuestros, como bien describe la periodista Alicia de Arteaga, por trasplantarlos en pleno mes de febrero con tanto riesgo y sin piedad.
Tendremos que pedir perdón a ciudadanos de todo el país, que, no teniendo otro medio de llegar a su Capital Federal que a través de las autopistas, encontrarán de ahora en más un colosal embudo donde antes estuvo la avenida más ancha del mundo.
Tendremos que pedir perdón a quienes la idearon y la construyeron, creando un distintivo que siempre nos enorgulleció. A quienes erigieron el Obelisco y a todos aquellos que pensaron nuestra capital en grande sin por eso negarse a la prosperidad.
Tendremos que pedir perdón a nuestros hijos, nuestros nietos y bisnietos, porque no supimos defender nuestra identidad. Dejamos que, con la excusa del progreso, Buenos Aires -tan luego Buenos Aires- sea avasallada sin consulta por unos pocos que decidieron colocar el Metrobus, para unos pocos también.
Lucrecia Gordillo
Lucreciagordillo@fibertel.com.ar
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Sería bueno que nos juntemos los amigos de los árboles para hacer algo, Lucrecia. Aquí te dijo una dirección. sularran@gmail.com Besos
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